Parece una obviedad, cuando fui becario no me hubiera hecho sentido esta frase. Pero con el tiempo he venido conociendo a más y más becarios que interpretaron su beca con un sentido de triunfalismo a la mexicana (ya chingué!)acaso explicado por la fatal e imperante falta de oportunidades. Algo similar y mucho más grave está pasando con el sistema crediticio en nuestro país de extrema pobreza. El corto-plazismo es carísimo.
Así como el funcionario público ve el "hueso" como manera fácil de vivir bien, así el becario puede llegar a pensar que recibe un premio para pasar uno, dos o más años mamando el presupuesto para patrocinarle sus vacaciones.
Hace tiempo lo escuché en voz de un ex-becario que así resumía su experiencia: "las vacaciones pagadas más largas de mi vida". Patético.
Con razón hay quienes desacreditan a los becarios como parásitos, esas joyitas son despreciables y todo sistema de selección de becas debería saber distinguir no sólo el mérito académico sino la calidad humana.
Una beca no es ningún premio, es un contrato. Y a quienes incumplen un contrato se les demanda y penaliza. Al recibir una beca se hace un compromiso y está uno obligado (moralmente principalmente) a hacer su mejor esfuerzo.
La falta de oportunidades debería motivarnos a aprovechar los recursos, y a superar esa condición tercer-mundista del despilfarro y el gasto superfluo como del quien grita desesperado "no soy pobre" como para convencerse primero a él mismo.
--pardon the mess, painfully sent from my mobile
Ricardo... tus últimos post se han puesto medio intensos. Interesantes reflexiones.
ResponderBorrarSaludos.